Como parte de una instalación de arte sobre el impacto en la salud mental de un tipo específico de lesión traumática conocida como la herida moral, se escucha en medio de un espacio iluminado y con 10 sillas dispuestas en círculo la voz pregrabada de hombres y mujeres “invisibles” hablando desde todos los lados del espacio.

Una de las voces es la de un joven que narra cómo presenció la caída de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Él prometió que no permitiría que alguien volviera a hacerle algo así a su país y se enlistó en el ejército para ir a Afganistán. Allí recuerda las redadas sorpresa que realizaban en las casas de familias similares a la suya.

El temor en la cara de los niños cuando realizaban las redadas y la certeza de que las personas apresadas serían enviadas a Abu Ghraib y torturadas lo llevaban a pensar frecuentemente en porqué Estados Unidos estaba destruyendo las vidas de las familias en esas tierras lejanas, pero este era un tema del que no podía hablar con nadie, debía mantenerse fuerte.

Pese a parecer una escena de un thriller psicológico, esta es la experiencia real de un hombre que sufrió la herida moral, relacionada con culpa, la vergüenza y el dolor implacables por acciones o la falta de acción en tiempos de guerra.

La herida moral suele sufrirse en soledad y a menudo puede conducir a la depresión, la sensación de desesperanza y, a veces, a la decisión de poner fin a la propia vida. De hecho, ha sido reconocida como uno de los principales contribuyentes a la alta tasa de suicidios entre los veteranos de guerra de los Estados Unidos, que actualmente es de 17 al día.

Desde el punto de vista psicológico, es fundamental comprender mejor la herida moral y tratarla efectivamente. Y aunque ésta no hace parte del Trastorno de estrés postraumático (TEPT) ni constituye un diagnóstico; es muy frecuente que los veteranos y corresponsales de guerra, entre otros, enfrenten ambas.

Herida moral y angustia moral

¿A qué se refiere la herida moral? Ésta tiene que ver con una crisis ética y espiritual en la que se siente culpabilidad por comportamientos que van en contra de los valores fundamentales.

Pero, además de sufrir los síntomas propios del Trastorno de estrés postraumático (TEPT), quienes han regresado de un conflicto bélico u otras zonas de crisis, suelen experimentar angustia moral e intensa culpa por sobrevivir y salir de la zona de guerra, mientras que muchas otras personas no tienen esa opción. No resulta fácil identificar entre trauma y angustia moral porque suelen experimentarse simultáneamente.

La culpa y la vergüenza, características de la angustia moral, suele alimentarse del silencio ya que la mentalidad predominante es que todo lo que ocurre en este contexto tiene que ver con la necesidad de tomar decisiones en segundos y en medio del peligro y mostrar vulnerabilidad en estos casos no es algo aceptable.

Sanación comunitaria, necesaria para superar la herida moral

Si bien la herida moral está dentro del individuo y, como en otros casos de trauma, demanda un proceso de sanación individual, también requiere una experiencia comunitaria muy particular. Por esta razón, debería considerarse la herida moral colectiva.

Ser escuchada en un entorno seguro y desde la empatía genuina puede resultar muy reparador para la persona que sufre la herida moral: además de legitimar la experiencia, le permite transitar de la oscuridad de la autoacusación y el aislamiento, a la luz del perdón a sí misma y la conexión.

Es importante que quienes sufren la herida moral cuenten con la escucha, el apoyo y el reconocimiento de una sociedad a la que han querido contribuir. Poder reconocer una parte en la angustia moral de otro ser humano, no sólo puede ayudar a sanar al individuo, sino también, puede impulsar una acción colectiva para abordar problemas sociales.

Compartir la herida moral para sanar 

Experiencias con personas torturadas en Chile, en la época de Pinochet, o con veteranos de guerra en los Estados Unidos han permitido evidenciar que la escucha genuina y el reconocimiento tienen un gran poder sanador cuando se comparte una herida moral.

En concordancia con lo anterior, se realizó la instalación de arte público llamada «Las heridas morales de la guerra», exhibida en Nueva York y Filadelfia durante varios meses en 2019 y 2020, a través de ella no sólo veteranos y corresponsales de guerra compartían su experiencia, también la audiencia compartía mensajes que fueron compartidos con los primeros.

De esta manera, tenía lugar un diálogo genuino entre sobrevivientes de heridas morales y ciudadanos interesados en comprender y reconocer su papel en el sufrimiento de aquellos. Como resultado, la mayoría de los veteranos y corresponsales de guerra participantes encontraron ésta como una experiencia profundamente sanadora. Lograron sentirse escuchados, reconocidos y listos para empezar a sanar.

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La importancia de sanar juntos la herida moral

Este proyecto de arte público ha sido pionero en la construcción de espacios comunitarios para la curación moral. Si bien cada persona lleva una carga propia, también existe una carga colectiva y resulta esencial continuar explorando formas de abordar la herida moral a nivel individual y colectivo.

La sanación moral requiere enfrentar algunas cuestiones de manera abierta y compasiva, reconocer la responsabilidad compartida y que aquellos que han soportado una herida moral, en nombre de la sociedad, reciban suficiente apoyo.

En conclusión, la herida moral es un fenómeno complejo y doloroso que merece mayor atención y comprensión y que podría aliviar el sufrimiento de aquellos que llevan esta carga y prevenir futuras heridas. Es importante que como sociedad, hagamos un esfuerzo consciente para escuchar y comprender el sufrimiento de quienes han experimentado heridas morales.

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